Comentario
Cómo nuestro Cortés envió a la Villa Rica por teniente y capitán a un hidalgo que se decía Alonso de Grado, en lugar del alguacil mayor Juan de Escalante, y el alguacilazgo mayor se lo dio a Gonzalo de Sandoval, y desde entonces fue alguacil mayor; y lo que después pasó diré adelante
Después de hecha justicia de Quezalpopoca y sus capitanes, e sosegado el gran Montezuma, acordó de enviar nuestro capitán a la Villa Rica por teniente della a un soldado que se decía Alonso de Grado, porque era hombre muy entendido y de buena plática y presencia, y músico e gran escribano. Este Alonso de Grado era uno de los que siempre fue contrario de nuestro capitán Cortés porque no fuésemos a México y nos volviésemos a la Villa Rica, cuando hubo en lo de Tlascala ciertos corrillos, ya por mí dichos en el capítulo que dello habla; y el Alonso de Grado era el que lo muñía y hablaba; y si como era hombre de buenas gracias fuera hombre de guerra, bien le ayudara todo junto; esto digo porque cuando nuestro Cortés le dio el cargo, como conocía su condición, que no era hombre de afrenta, y Cortés era gracioso en lo que decía, le dijo: "Hé aquí, señor Alonso de Grado, vuestros deseos cumplidos, que iréis ahora a la Villa Rica, como deseabais, y entenderéis en la fortaleza; y mirad no vayáis a ninguna entrada, como hizo Juan de Escalante, y os maten"; y cuando se lo estaba diciendo guiñaba el ojo porque lo viésemos los soldados que allí nos hallábamos y sintiésemos a qué fin lo decía; porque sabía de él que aunque se lo mandara con pena no fuera. Pues dadas las provisiones e instrucciones de lo que había de hacer, el Alonso de Grado le suplicó a Cortés que le hiciese merced de la vara de alguacil mayor, como la tenía el Juan Escalante que mataron los indios, y le dijo ya la había dado a Gonzalo de Sandoval, y que para él no le faltaría, el tiempo andando, otro oficio muy honroso, y que se fuese con Dios; y le encargó que mirase por los vecinos e los honrase, y a los indios amigos que no se les hiciese ningún agravio ni se les tomase cosa por fuerza, y que dos herreros que en aquella villa quedaban, y les había enviado a decir y mandar que luego hiciesen dos cadenas gruesas de hierro y anclas que sacaran de los navíos que dimos al través, que con brevedad las enviase, y que diese prisa a la fortaleza que se acabase de enmaderar y cubrir de teja. Y como el Alonso de Grado llegó a la villa, mostró mucha gravedad con los vecinos, y queríase hacer servir dellos como gran señor, e a los pueblos que estaban de paz, que fueron más de treinta, los enviaba a demandar joyas de oro e indias hermosas; y en la fortaleza no se le daba nada de entender en ella, y en lo que gastaba el tiempo era en bien comer y en jugar; y sobre todo esto, que fue peor que lo pasado, secretamente convocaba a sus amigos e a los que no lo eran para que si viniese a aquella tierra Diego Velázquez de Cuba o cualquier su capitán, de darle la tierra a hacerse con él; todo lo cual muy en posta se lo hicieron saber por cartas a Cortés a México; y como lo supo, hubo enojo consigo mismo por haber enviado a Alonso de Grado conociéndole sus malas entrañas e condición dañada; y como Cortés tenía siempre en el pensamiento que Diego Velázquez, gobernador de Cuba, por una parte o por otra había de alcanzar a saber cómo habíamos enviado a nuestros procuradores a su majestad, e que no le acudiríamos a cosa ninguna, e que por ventura enviaría armada y capitanes contra nosotros parecióle que sería bien poner hombre de quien fiar el puerto e la villa, y envió a Gonzalo de Sandoval, que era alguacil mayor por muerte de Juan de Escalante, y llevó en su compañía a Pedro de Ircio, aquel de quien cuenta el cronista Gómara que iba a poblar a Pánuco. Y entonces el Pedro de Ircio fue a la villa; y tomó tanta amistad Gonzalo de Sandoval con él, porque el Pedro de Ircio, como había sido mozo de espuelas en la casa del conde de Ureña y de don Pedro Girón, siempre contaba lo que les había acontecido: y como el Gonzalo de Sandoval era de buena voluntad y no nada malicioso, y le contaba aquellos cuentos, tomó amistad con él, como dicho tengo, y siempre le hizo subir hasta ser capitán; y si en este tiempo de ahora fuera, algunas palabras mal dichas decía el Pedro de Ircio en lugar de gracias, que se las reprendía harto Gonzalo de Sandoval, que le castigarían por ellas por el santo oficio. Dejemos de contar vidas ajenas, y volvamos a Gonzalo de Sandoval, que llegó a la Villa Rica, y luego envió preso a México con indios que lo guardasen a Alonso de Grado, porque así se lo mandó Cortés; y todos los vecinos querían mucho a Gonzalo de Sandoval, porque a los que halló que estaban enfermos los proveyó de comida lo mejor que podía y les mostró mucho amor, y a los pueblos de paz tenía en mucha justicia y los favorecía en todo lo que se les ofrecía, y en la fortaleza comenzó a enmaderar y tejar, y hacía todas las cosas como conviene hacer todo lo que los buenos capitanes son obligados; y fue harto provechoso a Cortés y a todos nosotros, como adelante verán en su tiempo e sazón. Dejemos a Sandoval en la Villa Rica, y volvamos a Alonso de Grado, que llegó preso a México, y quería ir a hablar a Cortés, y no le consintió que apareciese delante de él, antes le mandó echar preso en un cepo de madera que entonces hicieron nuevamente. Acuérdome que olía la madera de aquel cepo como a sabor de ajos y cebollas, y estuvo preso dos días. Y como el Alonso de Grado era muy plático y hombre de muchos medios, hizo grandes ofrecimientos a Cortés que le sería muy servidor, y luego le soltó; y aun desde allí adelante vi que siempre privaba con Cortés, mas no para que le diese cargos de cosas de guerra, sino conforme a su condición; y aun el tiempo andando le dio la contaduría que solía tener Alonso de Ávila, porque en aquel tiempo envió al mismo Alonso de Ávila a la isla de Santo Domingo por procurador, según adelante diré en su coyuntura. No quiero dejar de traer aquí a la memoria cómo cuando Cortés envió a Gonzalo de Sandoval a la Villa Rica por teniente y capitán y alguacil mayor, le mandó que así como llegase le enviase dos herreros con todos sus aderezos de fuelles y herramientas, y mucho hierro de los navíos que dimos al través, y las dos cadenas grandes de hierro, que estaban ya hechas, y que enviase velas y jarcias y pez y estopa y una aguja de marear, y todo otro cualquier aparejo para hacer dos bergantines para andar en la laguna de México; lo cual luego se lo envió el Sandoval muy cumplidamente, según y de la manera que lo mandó.